miércoles, 30 de marzo de 2011
LO QUE LA CONFERENCIA DE CHAMORRO ME DEJÓ
Me interesa compartir en esta breve comunicación un comentario personal acerca de la Conferencia dictada el viernes 18/3 por Jorge Chamorro y que constituyó el inicio de las actividades de nuestra Delegación de este año.
El tema que nos convocaba y en torno al cual se desarrolló la citada conferencia fue el sujeto; no me extenderé aquí sobre el aspecto teórico ni citas bibliográficas al respecto, ese será tema para ponerlo a trabajar en los talleres del Seminario.
Más bien quiero subrayar el carácter eminentemente clínico de la conferencia considerando a la práctica clínica como una práctica sostenida en un discurso: el psicoanalítico. Por menos que se lo nombrara el sujeto estuvo presente en todo el recorrido.
Para quienes trabajamos en instituciones en las que no sólo se convive con otras posiciones teóricas sino con otros discursos, en mi caso el pedagógico, resultó un aporte esclarecedor en tanto no se trata solamente de una práctica que queda relegada a las cuatro paredes de un consultorio sino que más bien está orientada por la categoría de sujeto.
Si el sujeto no es la persona, entonces es producto de una intervención: la del analista más allá del espacio físico. Así la noción de sujeto es congruente con la concepción de síntoma.
Es muy común desde hace ya bastante tiempo que la práctica pedagógica recurra a justificaciones que hacen referencia a las coordenadas de la vida familiar de un niño para explicar entre otras cosas sus dificultades para aprender, un ejemplo clásico que extraigo de mi práctica cotidiana es el siguiente: “Juan es un niño muy cariñoso, le cuesta mucho entender las consignas. No reconoce las letras. El padre lo abandonó cuando tenía 2 años...”
Como se ve se adjudica la dificultad manifiesta en el aprendizaje al hecho de que el padre haya abandonado al niño, el resultado que se verifica en general en estos casos es que tanto el niño como la docente quedan impotentes frente a la posibilidad de operar algún cambio; el niño porque no tiene padre y la docente porque ya obtuvo una respuesta sobre la causa del trastorno.
El espacio que allí encuentra un psicoanalista es abrir una brecha entre la causa y el efecto, poniendo allí puntos suspensivos para que sea en este caso el niño quien pueda completarlo con sus propias teorías. Es así como el sujeto emerge cada vez dando la posibilidad de ubicar lo sintomático que puede tener para cada uno el saber.
Karina Perez, 29/3/11
El tema que nos convocaba y en torno al cual se desarrolló la citada conferencia fue el sujeto; no me extenderé aquí sobre el aspecto teórico ni citas bibliográficas al respecto, ese será tema para ponerlo a trabajar en los talleres del Seminario.
Más bien quiero subrayar el carácter eminentemente clínico de la conferencia considerando a la práctica clínica como una práctica sostenida en un discurso: el psicoanalítico. Por menos que se lo nombrara el sujeto estuvo presente en todo el recorrido.
Para quienes trabajamos en instituciones en las que no sólo se convive con otras posiciones teóricas sino con otros discursos, en mi caso el pedagógico, resultó un aporte esclarecedor en tanto no se trata solamente de una práctica que queda relegada a las cuatro paredes de un consultorio sino que más bien está orientada por la categoría de sujeto.
Si el sujeto no es la persona, entonces es producto de una intervención: la del analista más allá del espacio físico. Así la noción de sujeto es congruente con la concepción de síntoma.
Es muy común desde hace ya bastante tiempo que la práctica pedagógica recurra a justificaciones que hacen referencia a las coordenadas de la vida familiar de un niño para explicar entre otras cosas sus dificultades para aprender, un ejemplo clásico que extraigo de mi práctica cotidiana es el siguiente: “Juan es un niño muy cariñoso, le cuesta mucho entender las consignas. No reconoce las letras. El padre lo abandonó cuando tenía 2 años...”
Como se ve se adjudica la dificultad manifiesta en el aprendizaje al hecho de que el padre haya abandonado al niño, el resultado que se verifica en general en estos casos es que tanto el niño como la docente quedan impotentes frente a la posibilidad de operar algún cambio; el niño porque no tiene padre y la docente porque ya obtuvo una respuesta sobre la causa del trastorno.
El espacio que allí encuentra un psicoanalista es abrir una brecha entre la causa y el efecto, poniendo allí puntos suspensivos para que sea en este caso el niño quien pueda completarlo con sus propias teorías. Es así como el sujeto emerge cada vez dando la posibilidad de ubicar lo sintomático que puede tener para cada uno el saber.
Karina Perez, 29/3/11
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