Por Graciela Schnitzer *
Hace dos años que el programa de nuestro seminario clínico está alrededor del concepto de síntoma. Hace dos años fue El síntoma: del sufrimiento a la satisfacción y ahora estamos con un programa bianual que lleva por título El síntoma como signo de goce.
La idea del síntoma como herramienta nos invita a pensar varias cuestiones, es una idea central para la orientación psicoanalítica y específicamente para lo que llamamos orientación lacaniana. Una herramienta puede ser un instrumento para reparar algo que no funciona, puede ser el medio para lograr un arreglo o inventar un nuevo modo de funcionamiento. Pudiéramos decir que ésto es así para la orientación lacaniana con algunas condiciones, eso incluiría preguntarnos qué es lo que se repara y qué entendemos por reparación aunque podemos anticipar que nos conviene más ahí la palabra arreglo asociada al acuerdo entre partes.
Efectivamente lo que en lo orientación Lacaniana buscamos al principio de la cura cuando un paciente llega a sus primeras consultas es constituir los síntomas, formalizar, darle forma vía el significante a aquello que el sujeto presenta como un sufrimiento ya tome la forma de queja sobre él o los demás que es lo más frecuente. Y es porque sabemos a partir de Freud (y no antes) que el síntoma es un anudamiento que entre otras cosas ata sufrimiento y satisfacción. Si entendemos al síntoma como herramienta es porque pensamos que nos conduce al corazón de ese nudo.
¿Y qué entendemos por eso que llamamos “arreglo”? El psicoanálisis inventado por Freud, parte de la idea de una falta, desde el comienzo hay para el ser humano una falta de adecuación del sujeto con el objeto pulsional, el objeto se presenta siempre como no adecuado totalmente a la necesidad, esto puede tomar la versión del objeto prohibido del Edipo por ejemplo, pero entendemos que se trata de una versión del objeto perdido. Es inaccesible no porque alguien lo prohíba sino porque es imposible. La prohibición es una imaginarización de la imposibilidad. Verificamos que en el ámbito de lo humano, para decirlo de otra manera, la cosa no encaja, nunca se encuentra exactamente lo que se busca.
Entonces volviendo a la cuestión del arreglo, nos percatamos que el único modo de entenderlo es: “eso” que cada sujeto tendrá que hacer con su inadecuación o falta estructural. Pero cuando llegamos a este punto nos encontramos que lo que se constituye es un nuevo síntoma (que ya dijimos que no lo escuchamos como disfunción sino como anudamiento). Así este nuevo síntoma coincide con el arreglo, el síntoma es un arreglo en sí mismo, arreglo de lo imposible de arreglar. De este modo podremos decir que tenemos al síntoma herramienta y al síntoma arreglo como dos dimensiones del síntoma en nuestra práctica.
Pasando a un segundo punto me gustaría comentar algunos párrafos del seminario “los signos del goce” de Miller que es el seminario que estamos trabajando. Algunos párrafos que pueden condensar lo que trabajamos el año pasado y pueden guiarnos para el inicio. Son algunas precisiones que encontramos en los capítulos 7 y 8.
De modo general podemos decir que el seminario que estamos trabajando hace un recorrido de la identificación al síntoma para lo cual toma diversos textos de Lacan y por supuesto de Freud. Los signos del goce y por una derivación del lenguaje, “lo que hace insignia”. Eso estamos trabajando, qué hace insignia? En el sentido que distingue al sujeto con la marca de lo simbólico que otorga el Otro. Cómo se produce esa operación por la cual el sujeto se distingue del resto, de los otros, produciendo eso que llamamos identidad propia que para el psicoanálisis tiene que ver con la identificación.
En estos capítulos trabaja algunos párrafos de un texto que se llama “Observaciones sobre el informe de Daniel Lagache” De allí extrae un párrafo que se los cito casi (p 658) textual, indica que el sujeto se “complacerá” bra) en encontrar en el Otro las marcas de respuesta que fueron poderosas para hacer de su grito, llamada. Y nos aclara que se trata de las marcas de la omnipotencia de la respuesta del Otro. Por último cierra el párrafo así “No es en vano si se llama insignes a esas realidades. Este término es aquí nominativo. Es la constelación de esas insignias lo que constituye para el sujeto el Ideal del yo”.
Miller nos dice lo siguiente que “La orientación lacaniana va en sentido contrario de la orientación natural del sujeto hacia la insignia” y va desarmando el párrafo de Lacan por pedacitos para explicarlo.
Me interesó este párrafo como lo trabaja Miller para tomar hoy porque habla de qué es la orientación lacaniana en términos clínicos, es decir que lo que la define es la orientación por el síntoma (como herramienta y como arreglo) y me parece que la indicación de que en la clínica vamos a contrapelo de eso que llama orientación natural del sujeto es como una brújula.
Para entender ese párrafo de Lacan que tiene una gran consecuencia en la clínica podemos empezar por definir la insignia como lo hace Miller de un modo sencillo: “Lacan llama insignia a las marcas de la respuesta del Otro”. El conjunto de esas marcas es aquella constelación que permite la representación (significante) del sujeto.
Y de qué se trata eso de “las marcas de la respuesta del Otro” que es lo que define a la insignia? Para esto Miller nos propone un esquema básico que después lo va complejizando gradualmente. Es como un esquema mítico de un tiempo 0 de puro biológico y el surgimiento del sujeto con las marcas de la palabra del Otro encarnado en los otros (el padre, la madre, etc) El psicoanálisis piensa un sujeto hablado por el Otro y esta dimensión es transvital ya que se habla de él antes de su nacimiento y luego de su muerte. La constitución de la insignia se basa en una elevación de una realidad al significante.
Entonces el esquema es así, podemos plantearlo en tres tiempos para explicarlo: tenemos primero el grito que sería una emisión sonora en, bruto como un fonema en estado puro. Se trata de una ficción teórica ya que es imposible ubicar el grito fuera del lenguaje. Para que ese grito se convierta en llamada, debe haber Otro que lo reconozca y lo aloje.
A nivel de esta respuesta del Otro, ubicamos lo que llamamos poder discrecional del oyente o la omnipotencia del Otro. El valor de la respuesta no es tanto explicar qué quiere decir el grito sino: que quiere decir algo (hay significante), que ese grito expresa al sujeto, lo representa. Miller nos dice que el ejemplo permite que nos hagamos una idea de cómo empieza a existir el significante. Por la recepción que le da el otro, el grito deviene una significación del sujeto, el grito como trozo de realidad es elevado a categoría significante.
A partir de la respuesta de ese Otro el grito tiene al sujeto como significación (hay ste: hay sujeto). Así llamamos insignia a ese significante del Otro que es la respuesta (interpretación) al grito. Y ese sujeto estará representado por ese significante S1(rasgo unario) que cae del Otro afectándolo, marcándolo inclusive con cierta violencia constitutiva.
Del lado de la respuesta ubicaremos el resorte de la identificación primera y del lado del S1 los efectos. Este esquema es básico y en los capítulos que les mencioné Miller lo irá complejizando y utilizando su lógica para abordar otros temas.
Una vez que entendimos este circuito podemos volver al párrafo de Lacan a ver si lo entendemos mejor “El sujeto se complacerá en encontrar en el otro las marcas de respuesta que fueron poderosas para hacer de su grito, llamada” esa es la orientación natural hacia la insignia, esa complacencia.
Pero más adelante en el seminario nos encontramos con algo que completa de algún modo la comprensión del párrafo y que me pareció que fundamental para entender lo que quiere plantear. Nos dice que hay que “corregir” la idea que tenemos de la llamada omnipotencia del Otro ya que Lacan aclara varias veces que el sujeto manipula al Otro diciendo “No deberíamos olvidar que la experiencia analítica muestra que la posición del Otro por más amo que sea, surge porque el sujeto hace nacer en otro al Otro” A ese Otro que tiene la omnipotencia de la respuesta el sujeto lo hace nacer y lo manipula. Y para qué lo manipula?
La manipulación le permite al sujeto obtener una respuesta a su medida (la medida de su fantasma) que es lo que llamamos efecto de identificación subjetiva. Es un efecto estructuralmente necesario que el análisis recorre para desmontar, ya que el analizante vendrá a la consulta a denunciar de algún modo los efectos de sufrimiento que ello le acarrea.
A nivel de lo que llamamos neurosis de tranferencia, se deduce que “el paciente sugestiona al analista a fin de obtener de él la respuesta exigida por su fantasma para la constitución de su síntoma”.
Hasta acá quería transmitir. Por lo menos a mi esta lectura me produjo inquietud por seguir leyendo el seminario ya que abre nuevas preguntas.
* Presentación en la clase inaugural de las actividades del año 2012, bajo el mismo título
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