Foto de Germán Maass

lunes, 28 de junio de 2010

La lengua ¿una cuestión musical?*

Es sabido que el ser humano habla la lengua con la que es hablado cuando nace: la llamada lengua materna.


Lo primero que escucha son sonidos y entre esos sonidos hay voces articuladas que arrullan o cantan o dicen cosas. No comprende el significado de las palabras pero emite ciertos sonidos que el adulto calificará de distintas formas.. ¿Alguien duda que el recién nacido no conoce las letras ni sabe que quieren decir esos sonidos que lo rodean? Sin embargo escucha y reproduce y luego de cierto tiempo habla. Se ha alienado al lenguaje o mejor aún a la lengua materna.


¿Qué tiene de particular esa lengua para tomar un cuerpo y hacerlo hablar? Se me dirá que quizás el aparato de fonación lo que es obvio, pero si no escucha no habla por bien constituido que esté ese aparato. ¿Entonces? ¿Qué entra por el oído y vivifica un cuerpo, lo vuelve erógeno dirá Freud (1)? Me permito una respuesta: su música.


Se dice que la música es el arte de combinar los sonidos (o los horarios según los músicos que tienen que vivir de ella). ¿Qué combinatoria particular acontece en cada lengua que las hace sólo diferencia? Diferentes sus modulaciones, diferentes entre sí… Se intentó universalizarlas en un solo y único idioma: el esperanto. Sabemos del fracaso del intento…


Se critica a EEUU porque pretendió universalizar el inglés. Es la vocación del Amo: cada vez que un grupo es dominado por otro el dominante impone su regla. No otra cosa dice Humpty Dumpty en Alicia en el país de las Maravillas (Lewis Carroll): todo depende de “quien es el amo de las palabras”.


Lacan (2) releva 4 discursos en los cuales el sujeto se posiciona y desde donde habla. Cuando se trata del discurso del Amo no sabe lo que dice pero ordena. Es decir que el agente del discurso es el significante sin más, insensato pero pleno de sentido: lo que se llamó el slogan, propio de los regímenes totalitarios. “El trabajo los hará libres” rezaba a la entrada de un campo de exterminio nazi. Se podría agregar: y el régimen los devolverá cadáveres. Pero eso estaba implícito, era la enunciación. Nadie, por confundido que estuviera, podría haber creído que iban a trabajar para ser libres llevados por la fuerza a dichos campos. Otra era la causa que los acercaba a su “destino final” también llamada “solución final” por el amo de turno.


Según Ferdinand de Sausure a un significante le corresponde un significado. Lo escribe mediante un algoritmo donde Significante está sobre la barra y Significado debajo, reprimido. Jacques Lacan modifica esta fórmula y considera que un significante es lo que representa un sujeto para otro significante. Rara definición, casi una tautología, porque engloba la misma palabra que define en su definición. Pero se entiende que un Significante remite a otro y el segundo da su sentido al primero.


Sarmiento, se me enseñó de niña, lo explicaba con los signos de puntuación, dando dos significaciones diferentes según cómo se coloquen. Escuchen: “El maestro, dice el director, es un idiota”. “El maestro dice: el director es un idiota.”


Equívocos de la lengua... ¿porqué no del lenguaje? Porque la lengua nos habla, nos fascina con su sonidos pero nos permite escuchar lo no dicho, escapa al significante y a su significación, va más allá y a veces, cuando no nos aturde, nos permite escuchar mejor.
Lalengua


En uno de sus últimos seminarios Lacan (3) trabaja desde la lógica modal el goce del lado femenino estableciendo algunas fórmulas. Escribe La mujer con una barra en el artículo determinado La para dar a entender que no hay universalidad de goce de lado femenino, sino particularidad. Su goce sexual es particular, no hace universo. No hay “para todas…” lo mismo, mientras que del lado macho, en tanto su órgano es referente del goce sexual, hay la posibilidad del “para todos” igual.


Hay una paridad con la lengua. No hay Una, hay “lenguas” porque la lengua implica un modo de goce particular: de cada región, de cada grupo, de cada etnia.


Es más, lo que se dio en llamar “el idioma” no es uniforme. Es lo que le permitió a Borges escribir El idioma de los argentinos. Pero tampoco utiliza las mismas formas ni la misma entonación un cordobés que un chaqueño, un porteño que un correntino.


¿Qué es lo que difiere si se trata del castellano para toda América Latina? La política nos llevó a decir el español desde que España está nuevamente en el concierto (otra palabra que alude a la música) de las naciones ricas. Difiere su música: las cadencias, los arrastres, los sonidos: “erres por eyes”, “eyes por elles”, las escansiones, los silencios, el ritmo, los acentos, el allegro ma non tropo de ciertas regiones, la letanía monótona de otras… lenguas…modos de goce, imposibles de detener y de universalizar.


Por eso propongo algo, como un ejercicio: dejémoslas ser. Cuando un joven porteño dice “Oká” en vez de Sí no está destruyendo nada, está haciendo vivir la lengua, la nueva, la nunca acabada, la propia, no la del otro sino la que se inventa y se modifica cada día un poco bajo el sedimento de lo que nos llegó de los otros. La lengua heredada y la lengua florecida, viviente, cotidiana. Ese “depósito aluvional” al decir de Lacan viviente con cada decir.


Termino con la frase de un poeta popular hablando del tango: “Por vos, shusheta, cana, reo y mishiadura, se hicieron voces al nacer con tu destino…” (4). Es esa música que creó esas voces, porque la voz, el soporte material de las palabras, nos lega mucho más que frases, nos remite al sentir en el cuerpo el goce de lengua. Por eso nos emociona la voz cuando canta, aún sin entender lo que dicen las palabras. Los poetas saben hacer gozar con la lengua combinando las palabras, dándoles un ritmo, un sentir, transformándolas en seres vivientes.


Habitar la lengua es mucho más que hablar o decir. Habitar la lengua es copular con ella.


* Presentado el 16 de junio de 2010 en Casa de Cultura del Fondo nacional de las Artes en el Ciclo del Seminario de Aiap “Arte y Palabra en el año del Bicentenario”.


Mirta Vazquez
Lic. En Psicología. Psicoanalista. Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. (AMP)


Notas:
1-Sigmund Freud. Obras Completas. Ed. Ballesteros. Biblioteca Nueva. Madrid. 1948.

2- Jacques Lacan. Seminario 17. Paidós
3- Jacques lacan. Seminario 20. Aún. Editorial Paidós.
4- El Choclo. Música de Villoldo. Letra de Enrique Santos Discépolo.

viernes, 4 de junio de 2010

SEMINARIO CLÍNICO 2010
LA DIGNIDAD DEL SINTOMA
-entre el sufrimiento y la satisfacción-

· Clases a cargo de docentes del IOM
· Reuniones de lectura a cargo de Comisión ejecutiva local
· Talleres de casos clínicos

Docentes:
Mirta Vazquez (interlocutora de la Delegación),
Gerardo Arenas, Liliana Cazenave, Edit Tendlarz


2° y 4° viernes de cada mes. 13 hs.
Anexo Casa de la Cultura de Pilar
Oficina 7 edificio de Bomberos
(esq. calles Tucumán e Ituzaingo)




Inscripción e informes: 011-15-50952459 (Karen Monsalve) 011-15- 56687828(Andrea Dolera) o en la Casa de la Cultura en los horarios del Seminario.

Primera clase Seminario Clínico 2010

El síntoma a la entrada


Docente: Mirta Vazquez


El viernes 9 de marzo hemos recibido en nuestra Delegación a Mirta Vázquez quien dictó la primera clase de nuestro seminario anual, a continuación ofrecemos una reseña de la misma.
La docente comenzó la clase mencionando que el síntoma es un tema nodular en psicoanálisis, es como el retorno de lo reprimido. Señaló la importancia de volver a los textos de Freud: “Inhibición, síntoma y angustia”, “El sentido de los síntomas” y “Los caminos de la formación de síntoma”.


Freud señaló que el síntoma quiere decir algo, que tiene un sentido y se trataba de descubrir ese sentido. En un principio no hay saber del síntoma. La creencia de que el síntoma tiene un sentido es de ambos, analista y analizante.


En Lacan hay una idea nueva que es la idea de vacío, es una idea oriental. Se trata de vaciar el síntoma de sentido, porque el saber es goce.
Para Freud hay un sentido oculto que se va desplegando a lo largo del el análisis y en algún momento encaja.
Para Lacan síntoma es un nudo, significante y goce. El goce adhiere, no desplaza.
¿Qué es un síntoma en el discurso analítico?
Tiene capacidad de desplazamiento. Este síntoma tiene que perder adhesividad de goce, perder sentido.
Tanto el analista como el analizante, a la entrada del análisis están los dos en la posición de no saber. El analista avanza en el saber, encuentra en el decir del analizante un momento de angustia que escapa a la anécdota.
El síntoma sería una solución entre dos posiciones; en tanto formación de compromiso. El sujeto llega al analista cuando la solución no le soluciona más nada y entonces aparece la angustia.
¿Cómo hacer entrar algo de la palabra para que el síntoma pierda algo del goce?
La palabra va recortando y un núcleo se hace más consistente. La angustia no nace nunca de la libido reprimida. Después de la represión aparece cierta medida de angustia.
La función del psicoanálisis sería envolver formalmente al síntoma de forma tal que pueda ceder goce.


Freud dice que hay muchas neurosis donde no existe angustia alguna. A esto se llama síntoma egosintónico, en tanto se halla en sintonía con el yo.
En la clínica lo que no aparece en un principio se constituye en el transcurso del análisis como síntoma analítico. No hay neurosis sin síntoma.
El síntoma a la entrada es un nudo de sufrimiento y no saber que causa angustia. Hay que poner al síntoma en forma analítica para proceder, trabajar con él y encontrar otra solución.
El síntoma no es más que sentido gozado pero lo que nos permite ese levantamiento es cierto recorrido por la palabra. Por lo simbólico tocamos lo real. Es recorrerlo para que aparezca el sin sentido del sufrimiento adherido al goce.
En la religión cristiana como en la judía todo sufrimiento tiene un goce y Lacan dice que un católico verdadero no se puede analizar porque no va a llegar a ningún vacío central.
El sujeto es una esfera vacía de goce pero tenemos un cuerpo y encarnamos el goce en el cuerpo. El sentido está por todos lados. Esta es una versión lacaniana de la instancia yoica freudiana. El yo hace síntesis y le da sentido a todo. El análisis empieza a sacarle sentido cuando empieza a hacer ese tratamiento de corte de la palabra.


El final de análisis tiene que ver con que algo hay que hacer con el vacío porque hay un real del tiempo que empuja a eso. El cuerpo aparece siempre porque el síntoma tiene de última efectos en él.
Cuando aparece el cuerpo en psicoanálisis es notable como el tiempo real empieza a tomar otra dimensión. La angustia siempre encarnada en el cuerpo es el sentido.
Germán García refiere: “El neurótico está en la vía de la justificación”. ¿Ante quién se justifica? A quien lo manda a gozar, por eso el goce sentido es el superyo. El que manda a gozar es el mismo que le da sentido a su vida. El analizado no escapa a ésto porque está dentro de la estructura del sujeto pero está advertido. Hay un goce pero es aceptado por el sujeto y hay un acotamiento. La figura que se encarna en el objeto a del superyo es la voz.
Para terminar Mirta Vázquez compartió una viñeta clínica que ejemplificaba los conceptos desarrollados en la clase.

Claudia Passalacqua
Acerca de la Dignidad

El título del Seminario de este año me llevó a plantearme el concepto de “dignidad”. Me resultaba difícil pensar un sinónimo y al momento de definirlo se me abrían muchas posibilidades… algo así como que no era digno hablar de “dignidad” sin haber intentado profundizar un poco más.
Comencé, como solemos hacer en estos casos, por entrar en un diccionario y, como había tenido la oportunidad de leer lo que habían escrito mis compañeras de cartel sobre el tema, me dí cuenta que cada una había tomado un aspecto de la definición, que aludía al “síntoma”, a saber:
1. f. Cualidad de digno, que se comporta con decoro y se hace respetar (Era lo que Karina Pérez puntuaba en tanto que “un síntoma merece respeto”)
2. Excelencia, realce (Es lo que Graciela situaba como la “majestuosidad” del síntoma)
3. Seriedad de las personas en la manera de comportarse (El síntoma es cosa seria!)
4. Cargo honorífico y de autoridad (Karen decía que para que un síntoma tenga dignidad, tiene que serle asignado por alguien, algo así como concederle ese cargo honorífico)
Seguí buscando y encontré en “El Búho” (revista electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía) un artículo del profesor Francisco García Moreno, donde hacía un interesante recorrido por el concepto de “dignidad” a lo largo de la Historia de la Filosofía y del cual a continuación comparto algunos pasajes con Uds.
Entonces, este concepto, podía ser situado desde distintas dimensiones:
En primer lugar, desde la vertiente histórica y haciendo referencia a lo político-social, para mi sorpresa, los orígenes de la noción de dignidad se hallan en la antigua Roma. En la Grecia antigua no hay nada que corresponda exactamente a la dignitas romana. El concepto que está más cerca de dignitas y que es una idea central en la cultura griega, es el de honor (timé), y en verdad también en latín honor y dignitas suelen competir en tanto que el reconocimiento de la dignitas lleva consigo cierto honor. La dignidad romana se alcanza por las capacidades, las cualidades, la conducta moral intachable que conlleva a los honores y el reconocimiento público. El hombre público romano, como César, Cicerón, Pompeyo, luchan por su dignidad. Acabadas las Guerras Gálicas y antes de que estallara el conflicto interno, César escribe a Pompeyo que “para él la dignidad ha sido siempre lo primero y más cara que la vida” (BC 1,9,2). El mismo Antonio se declara dispuesto a obedecer al Senado “pero con tal que mantenga su dignidad” (Cic. Phil. 12,4).
En segundo término, en la dimensión religioso-teológica, podemos apreciar que la dignidad del hombre, para los cristianos, se fundamenta en su semejanza a Dios. Como aparece en el Génesis: “Luego dijo Dios: creemos al hombre a imagen y semejanza…”. García Moreno observa que la homoíosis theo platónica (por ejemplo en Rep. 613b y Leg. 4,716d) y su exigencia de hacer filosofía como ofrenda a lo divino del hombre y para superar lo animal, puede verse como fase precursora de la concepción cristiana: de ejercer la dignidad humana como tarea entregada al hombre por Dios y de realizarse a sí mismo a imagen y semejanza de Dios. La dignitas hominis otorgada por Dios está en oposición con la miseria hominis, que también pertenece a la naturaleza humana. El derecho a la dignidad humana se concibe así como un triunfo sobre la bajeza, debilidad y falla humanas. La dignidad adquiere así su sentido solo experimentado una y otra vez que es herida. La dignidad humana aparece definida en relación directa con Dios con independencia de la condición política y social del hombre, de su nacionalidad, religión o pertenencia a cualquier otro grupo. Con ella el hombre posee ciertos derechos que ninguna comunidad terrena puede enajenar. A través de la Historia de la Creación, de vigencia hoy canónica, de los comentarios y aclaraciones de los Padres de la Iglesia y de otros después, el concepto de dignidad humana ha pasado a fijarse en la conciencia general. Ya no puede prescindirse del elemento cristiano en la historia de la dignidad humana.


Como tercer dimensión el artículo mencionado nos propone la ética-personal y social (en el sentido de la autonomía moral). Ubica al concepto moderno de dignidad humana, a partir de Kant, en las Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y sublime, en que al principio fundamental de la moral denomina sentimiento de la belleza y dignidad de la naturaleza humana. En la Metafísica de las costumbres la dignidad de la naturaleza humana es deducida de la autodeterminación moral del hombre. Pero el hombre no aparece aquí dentro de un gran orden cósmico ni tampoco en una comunidad nacional ni social, sino que cada uno lucha por su dignidad interior, y el hombre físico se somete al moral. Con respecto a la posibilidad de adquirir dignidad interior, según Kant y la idea cristiana todos los hombres son iguales. Una relación política aparece en Don Carlos de Schiller, donde se enuncia por primera vez como deber del Estado velar por la dignidad de los hombres, lo cual se convierte en un postulado político y adquiere una nueva fuerza, que desde entonces no ha perdido. La dignidad interna Kantiana y la cristiana luchan por los derechos humanos y se llega a la Revolución Francesa: la dignidad del hombre se hace fundamento de los derechos humanos. “Solo en libertad política -dice Schiller- el hombre puede velar por su sentimiento de dignidad.” La libertad es una exigencia de la dignidad. Pero pronto Schiller vería que su llamado había sido en vano: solo pueden conseguirse la libertad y dignidad interiores, y dirá: “La humanidad ha perdido su dignidad, pero el arte la ha salvado y conservado…”


En el siglo XIX la idea de dignidad humana en el contexto político y social adquirió una importancia cada vez mayor a través de Schiller. Testimonio de esto son las críticas de Schopenhauer y Nietzsche al concepto kantiano. Schopenhauer dirá: “Me parece que el concepto de dignidad, basado en un ser tan pecaminoso en voluntad, tan limitado en espíritu, tan caduco y vulnerable en el cuerpo como es el hombre, solo puede emplearse irónicamente.” Para Nietzsche solo al genio puede concederse dignidad. Así, en este culto al genio se separa el elemento aristocrático romano del contexto político.


Finalmente, el artículo citado hace referencia a las terribles experiencias de nuestro tiempo, considerando que éstas han dado un nuevo impulso al concepto político de dignidad humana, reapareciendo un elemento de la dignitas romana: el derecho de la persona frente a la comunidad, derecho que reclaman no solo las altas personalidades como en la Roma republicana, sino cada hombre. De la dignidad humana ya no se deriva un deber, como en la Cristiandad, en la filosofía platónica y en el Renacimiento italiano, sino más bien el derecho de cada ciudadano frente a la comunidad. A través de la carta fundamental de diversos países la dignidad es apelable. La dignidad del hombre en este sentido sigue amenazada, para preservarla la formulación legal es necesaria, pero no basta.


A su vez, la dignidad desde la ética, es considerada como un valor, en tanto y en cuanto el ser humano es de un orden superior con respecto al de los demás seres del cosmos. Ese valor es denominado “dignidad humana” y es un llamado al respeto que se extiende a todos los que lo poseen, es decir, a todos los seres humanos. Aún cuando algunos fueran relegados a un trato indigno, perseguidos, encerrados en campos de concentración o eliminados, este desprecio no cambiaria en nada su valor inconmensurable en tanto que seres humanos. Por su misma naturaleza, por la misma fuerza de pertenecer a la especie humana, por su particular potencial genético, todo ser humano es en sí mismo digno y merecedor de respeto.


Desde el Psicoanálisis entonces podríamos pensar esta “dignidad humana” desde la perspectiva de pares que proponía Graciela en tanto “síntoma-sujeto”.
Los principios que se desprenden de este valor, también pueden ser escuchados en sintonía con nuestra concepción de síntoma: respeto, utilidad, doble efecto, integridad, etc.


Para finalizar, podríamos situar del lado del Síntoma la dignidad (que en tanto analistas habremos de hacer valer) y (como nos recordaba Graciela la puntuación freudiana) del lado del Sujeto el coraje-valor (del griego andreia) indispensable al momento de hacerse responsable de su sufrimiento… y su satisfacción.
Después de realizar este recorrido por la dignidad… del síntoma, se me armó la pregunta: podemos decir entonces que el psicoanálisis al síntoma lo-cura? ¿Cómo pensar locura-ble y lo imposible de curar del síntoma?





Andrea Dolera