Foto de Germán Maass

martes, 25 de octubre de 2011

EL PROCEDIMIENTO DE SUSY

El libro de Susana Romano Sued, PROCEDIMIENTO. Memoria de la Perla y la Ribera es el testimonio de una experiencia lacerante en dos centros de detención en la provincia de Córdoba durante la dictadura militar Argentina, que a fines de los años ’70 produjo 30.000 desaparecidos.



“Procedimiento” era la palabra usada por los militares para designar los operativos de captura y/o eliminación de personas.


Susana Romano Sued es, es poeta, es psicoanalista, es traductora y doctora en Filosofía, así como catedrática de Estética y Crítica Literaria Moderna en Córdoba-Argentina.


El texto que sigue es la presentación realizada por Mauricio Tarrab el 13-12-07




El procedimiento de Susy


Por Mauricio Tarrab


Conozco a Susy desde que éramos chicos. Es mi prima. Mi abuela no dejaba de hablar de ella, la adoraba.Fuimos algo lejanos durante demasiado tiempo. Ella en Córdoba, yo en Buenos Aires, solo alguna parada adolescente en su casa antes de irme a las sierras. Luego vinieron épocas desgarradas, caminos divergentes, años. Una vez supe que se había ido a Alemania. Luego, hace ya tiempo el psicoanálisis más que la familia, nos reunió otra vez; o habrá sido haber reconocido bordes y anhelos comunes, entrañables, que nos acercaron. Nos escuchamos, nos leímos.


Y un día, hace menos de un mes mientras cenábamos con Tricia, mi mujer, y para mi sopresa, me invitó a presentar su libro. Me lo dió y yo no sabía entonces de que se trataba. Meses antes me había dicho algo así: “escribí algo fuerte de una manera inédita”. No sabía qué quería decir con eso. Ahora lo sé.


Lo primero que tuve que hacer con este libro fue atreverme a leerlo. Cuando me lo dió lo dejé sobre mi escritorio y allí se quedó. Yo no lo abría y él no se movía de allí. Yo hacía como que no lo veía, pero su tapa partida no dejaba de mirarme. No me atrevía -se los digo en serio- no me atrevía a abrirlo, y eso que no había leído aún ni una letra. Me disculpaba conmigo mismo en qué tenía mucho trabajo, los pacientes, lo que yo mismo estaba escribiendo, excusas…


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Cuando ya el tiempo no estaba más de mi lado tuve que abrirlo. Tuve que abrirlo porque quise hacerlo, claro. Porque quería estar acá. Y entonces ya no pude parar y lo leí de un tirón, alejándolo de vez en cuando para poder respirar.


Es un libro singular, de una escritura inédita. Si no se tratara de lo que se trata algunos párrafos podrían ser un haiku. Eso está ahí. Eso sucede. Eso pasa.


Uno puede abrirlo en la primera página, en la quinta, en la número 46, en el final, y siempre estará en el centro de la cuestión.


Lean este libro como quieran, pero lo abran donde lo abran todo estará ahí, en un párrafo que ahoga, en una línea que golpea, en una palabra que tiembla, que resuena, que grita.


Pensé que era el reverso del libro de arena de Borges, ese libro que nunca se volverá a abrir en la misma página. Este libro de Susy, lo abran donde lo abran estarán siempre en la misma página. Una pagina de cuya trampa no es nada fácil salir.


El “procedimiento” de Susy, su valentía es escribir en el borde del horror, rescatando trazas de memoria, jirones de cuerpos, pedazos reales del tiempo.


“Enrollo nuevas hojas, canjeadas, ocultas en harapos frenando borramientos de huellas, de historia, salvando, registrando en pronto recordar”



“aunque olvidamos mucho, bastante, cuidamos, resguardamos memoria rescatada salvada contra fragmentarios borrones”


El procedimiento de Susy, su valentía , y voy a decirlo así, su saber, es que cuando ya no se puede más hablar, cuando ya no se puede más decir, queda escribir, queda registrar, dejar huellas, marcas. Queda la inscripción, la talla en madera, en piedra si es posible, quedan las inscripciones cuneiformes, los bisontes de Altamira, las marcas de las uñas en la pared.


Cuando la subjetividad se aplasta, se desvanece, se extingue; cuando el Otro se deshumaniza, solo queda el deseo de la letra, el deseo de que algo se inscriba, aunque sea en la arena que el viento va a volver a llevarse. Queda eso, porque ese es el modo en que nos hemos humanizado, es eso lo que ha hecho con nosotros el Otro, el lenguaje, la cultura, o si Uds. quieren para imaginarizar la cosa, lo que ha hecho la Madre inscribiendo con su decir, su deseo sobre nuestro cuerpo. Y es alrededor de esa marca, de esa espina, de esa letra, alrededor de la que se construye toda la subjetividad humana.


El procedimiento de Susy, su valentía, nos da también pedazos de la brutalidad real de una experiencia que no se puede contar, una experiencia que no se puede medir y pesar, que no se puede poner en ningún formulario, pero que se queda adherida a quien lo lee.


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Su procedimiento es intemporal. En el libro no hay pasado, ¡no hay pasado! La experiencia de lo intemporal es abrumadora. Su memoria no construye una historia, una trama, un final. Nos da en bruto el siniestro sinsentido del horror. La historia la construimos con la lectura que hacemos, desesperados por darle algún sentido a eso que está ahí, desesperados por darle un sentido, heroico, trágico, político, darle a ese sinsentido rotundo una orientación, un trayecto, un devenir, una salida. Pues no la busquen en el texto. El procedimiento de Susy es implacable.


Y el espacio… todo el espacio de ese mundo infernal, está aplanado, Hay un allá y un acá. Hay la nostalgia imaginaria del Allá, pero cuando eso vuelve, cuando la marejada vuelve, está de nuevo ese Acá que hace temblar.


Allá correcto orden y paz y calma, serenas maestras y aplomados maestros entrenados…felizmente arrullados, tranquilos, acariciados por tiernas y firmes palabras…


Acá ni sé que somos


Te digo, semimuertas


Pero el suyo, no es solo un procedimiento de memoria. Es también el uso material de la escritura. Y de eso está hecho su testimonio.


Así como César Vallejo imploraba para que España apartara de él su cáliz, pero no dejaba de escribir adentro de esa herida, Susy escribe.


Aromas dulces me hacen heridas sensoriales, alegran de vivir, aún si sangra, aún si astillas riegan de huesos mi rincón



vocaciones de sobrevivir


Ella hace su “esfuerzo de poesía” desgarrada y vibrante y viva, para que pueda escribirse en ese agujero infinito otra cosa. Para que pueda escribirse otra cosa, por venir. Es su manera de hacer memoria y es su manera también de dejarla atrás.


Por eso creo que hay que contradecir, a pesar del respeto que tengo por el personaje, a Adorno. Y a pesar de que él mismo –como me lo recordó mi hija ayer a la noche- se ha retractado de esa frase que se menciona en la contratapa de este libro . Hay que contradecirlo, cuando Adorno dice que “no puede haber poesía después de Auschwitz” . No, no es así, lo siento amigo Adorno, lo que no puede haber es Auschwitz, La Perla, La Ribera, la ESMAi. Nombres espantosamente criollos para el horror universal frente al que aún el buen Dios claudica.


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Para terminar esta presentación, que es también la manera que he tenido de dar mi propio testimonio como parte de esa, mi generación, marcada a fuego por la desmesura de los ideales y por sus reversos siniestros, y marcada también por la insensatez, por tanta insensatez... tomo un párrafo en el que Susy hace escuchar la voz marcial :


Uds. no estarán, no dirán, no hablarán, no van a dejar rastros; si quedan, ninguno creerá; apostemos.


Y sin embargo aquí estamos, y entonces podemos decir que a pesar de todo… a pesar de todo, ellos perdieron la apuesta.

viernes, 21 de octubre de 2011

De los afectos a los efectos de formación

Contratransferencia

Tanto Freud como Lacan trabajaron la noción de contratransferencia. En “El Porvenir de la terapia psicoanalítica ” Freud es taxativo en cuanto a la necesidad del reconocimiento y vencimiento de los sentimientos inconscientes que surgen en el médico bajo el influjo del enfermo. Advierte a su vez que la dirección de la cura estará determinada por sus propios complejos y resistencias vislumbrando un futuro poco alentador a todo aquel que no logre llevar a cabo un autoanálisis.


Lacan siguiendo la línea freudiana le dedica un apartado a esta noción en el Seminario La Transferencia , recordando que todo lo que representa el inconsciente del analista como no analizado ha sido considerado desde el origen mismo del movimiento psicoanalítico, nocivo para su función y operación. En ambos casos se trata de que el analista deje por fuera lo que hace a la subjetividad. En el Seminario 10 Lacan afirma:”…la angustia no parece ser aquello que los asfixia, quiero decir como psicoanalistas (…). Está (…) en la lógica de las cosas, es decir, de la relación que tienen ustedes con su paciente. Sentir la angustia que el sujeto puede soportar los pone en todo momento a prueba. Hay que suponer pues que, al menos para aquellos de entre ustedes que están formados en la técnica, la cosa ha acabado siendo regulada por ustedes mismos” .


Desde otra perspectiva para los analistas alistados en la ego-psychology la contratransferencia resulta el operador de la cura. Desde el lugar del otro del saber absoluto su tarea consiste en decodificar el discurso del analizante; lejos de considerar la fecundidad del malentendido, la comprensión se encuentra lista para servir. Los sentimientos hacia el paciente operan como un saber que le permite definir entre otras cosas la estructura. Se trata aquí de un problema que toca la ética de la práctica misma.


Eric Laurent muestra la dispersión que existe dentro del marco de la IPA en relación a las teorías, en consecuencia la práctica analítica queda despojada de una brújula que la oriente y así el practicante debe echar mano a la contratransferencia para retomar el rumbo. Me gustaría detenerme en esta cuestión brevemente. De una manera simplificada podemos definir la contratransferencia como el conjunto de sensaciones, sentimientos y reacciones que el paciente suscita en el analista. De allí y siguiendo la investigación realizada por Laurent se observa la variedad de significaciones asociadas a la noción de contratransferencia entre las que podemos nombrar: co-pensamiento, insight, empatía, representaciones mentales (cabe recordar que lo mental se asocia para Lacan con lo débil), trabajo de a dos, etc. Con respecto a esta última creo importante señalar que dicho trabajo asimila ambos lugares en la partida analítica o lo que es peor, ubica al analista en $(sujeto dividido) obligando en consecuencia a ocupar el lugar de a al analizante, ya que como sabemos en la sesión analítica no hay más que un sujeto. Al mismo tiempo si tenemos en cuenta que dentro de la serie de los afectos la angustia es el único que no engaña (por ende los demás si lo hacen). ¿Qué autoriza a operar al analista guiado por ellos?

 
Los lacanianos también sienten
Lacan nunca consideró que el analista estuviera exento de experimentar algunos sentimientos hacia su paciente sin embargo no deja de resaltar que no es conforme a ellos que realiza su operación. En este punto el término que viene a prestar auxilio contra los “engaños sentimentales” es el deseo del analista en tanto se trata de un deseo relativo al discurso psicoanalítico mismo y por ende a una ética que le es propia.


Al dejar en suspenso las condiciones de su goce el analista no sólo pone en marcha una técnica sino que vehiculiza por esa vía una ética que implica los principios de su práctica.


Si Lacan remite el deseo del analista a las figuras de la muerte, el desecho, la encarnación de la apatía y la neutralidad benevolente entre otras, es para subrayar que sólo desde dicha posición estará en condiciones de operar convenientemente. Se puede entender convenientemente en el sentido que Lacan da en La Dirección de la cura a la acción psicoanalítica cuando señala que el poder del analista reside en no ejercerlo. La ética que anima su acto implica renunciar al bien universal. Sin embargo no se arriba a dicha renuncia por la vía de una declamación al estilo de un ¡Si renuncio! sino que está íntimamente ligada a su propia formación. En este caso quiero destacar la función de la supervisión, función que Lacan remite a “controlar a un sujeto sobrepasado por su acto” y agrega: “..no es el problema ”


Eric Laurent afirma que el problema es el analista que cree ser el amo de su acto escapando así al deseo del analista. Hacer un buen uso de la supervisión es lo que permite a ese sujeto sobrepasado por su acto rectificar su posición y la orientación de la cura. La supervisión así entendida es lo que impide que la práctica se convierta en una técnica. Podríamos decir: a falta de técnica hay un trabajo sobre el caso desde una posición de docta ignorancia, esa posición de saber que el analista necesariamente tienen que dejar en suspenso.


Karina Perez