Foto de Germán Maass

martes, 27 de octubre de 2015

La angustia lacaniana y la "inquietante familiaridad"

El pasado viernes 14 de agosto,  en la Delegación Pilar del IOM2 contamos con la presencia de Nora Silvestri,  quien tuvo a cargo la tercera clase de nuestro seminario clínico anual "A la mujer no le falta nada. El cuerpo sexuado y lo femenino"
En el seminario 10 Lacan nos presenta el objeto a,  apunta a ponerlo en relación a la angustia y desarticularlo del complejo de Edipo,  desconectando el objeto de la resignificación edípica , cuestión central para ubicar lo que va a decir sobre la angustia lacaniana.
La angustia lacaniana es una señal de lo real en tanto vía de acceso al objeto a, hay un lazo entre la angustia y el acceso al objeto a. El objeto a es un resto real, no se significantiza, en la dialéctica del sujeto con el otro el objeto no entra.
El pasaje de la realidad a lo real soportado en la angustia es un dato importante para quienes practicamos el psicoanálisis,  cuando se está muy angustiado parecería que se está ante esa inquietante familiaridad,  que es diferente de la angustia lacaniana (pasaje de la realidad a lo real).
La inquietante familiaridad está del lado del unheimlich,  lo siniestro se produce cuando se superponen el objeto y la falta fálica,  algo aparece en la imagen que no tendría que estar allí.
El objeto a es un objeto de otro orden que el objeto fálico, el objeto a no aparece en el semejante, el menos phi si aparece.
En la imagen está incluida la imagen de la falta,  lo que tiene que estar y lo que tiene que faltar, el objeto a no está ahí. Si se superponen hay inquietante familiaridad, si los mantenemos separados a la falta y al objeto puede ser que podamos poner en causa a la angustia lacaniana para que el deseo se ponga como signo del sujeto.
En lo imaginario las mujeres están castradas, en la imagen de la mujer falta algo. Si a la mujer no le falta nada no es por lo imaginario ni por lo simbólico,  si no le falta es porque estamos en relación a lo real.
Cuando Lacan habla de la angustia lacaniana como la inquietante familiaridad,  la define "falta la falta", la falta que tiene que haber falta. Cuando habla de la mujer dice que a la mujer no le falta nada, va a insistir en la posibilidad de hacer otra lectura de lo que le falta a la mujer, aparece una separación entre la mujer y lo femenino.
En un contrapunto con las teorías de género,  el psicoanálisis trata de sostener que la atribución fálica no va a desestimarse por las modificaciones que haya de las teorías de género porque cada vez que el otro habla, lo hace bajo esta atribución fálica que no depende de la voluntad de nadie, depende de que el mundo se organiza así, en lo que hay y en lo que falta.  Tiene que estar lo que está perdido para que haya lo que hay y lo que no, eso es lo que Lacan pone en juego en el seminario 10, tiene que haber objeto que no hay para que haya posibilidad de tener y de no tener.
La angustia lacaniana es un operador para la práctica analítica, Lacan inventó un objeto para practicar el psicoanálisis, por eso es el antecedente de Los cuatro conceptos fundamentales, donde dirá que al inconsciente se lo abre desde adentro por el objeto.
El objeto a le quita al falo consistencia. Uno no es el otro siempre y cuando el objeto a esté en el medio, uno no es el otro especular si está el a en juego, y uno no es el Otro si tiene el objeto a en el medio.


Fernanda Gaillard. 

viernes, 16 de octubre de 2015

Conversación clínica con Gisele Ringuelet

El 4 de septiembre se realizó la tercera de las conversaciones clínicas programadas para este año. El caso fue presentado por Luciana Nieto (integrante de APPIL y Delegación Pilar del IOM2), y contamos con la presencia de Gisele Ringuelet (miembro de EOL, sección La Plata y AMP, miembro del Centro Descartes) que puntualizó algunas cuestiones y causó de ese modo la conversación.
El modo en que el caso fue escrito planteaba por un lado la cuestión diagnóstica como algo a articular durante la conversación. Además, situaba dos tiempos de interpretación de los síntomas por parte del propio sujeto, con un viraje entre ambos ligado al manejo transferencial.
Gisele se centró en el par certeza- inseguridad para orientar la lectura diagnóstica. Lo que era nombrado como inseguridad por el sujeto, lo leyó como miedo al exceso, con un trasfondo de angustia. Miedo a un saber con que el sujeto contaba. En ese punto las inseguridades funcionan como certezas de un saber al que respondía con su propio cuerpo (al respecto, se refirió a la afirmación de Lacan en el Seminario 10: “el miedo es miedo ante el propio cuerpo”)

El ubicarse “entre”, en la coyuntura familiar, pero también ante diversas situaciones, ubicaba el problema en la conducta del otro, adquiriendo a veces un carácter persecutorio. Durante el tratamiento ocurre un movimiento que desplaza el problema a lo que ocurre en su propia cabeza, y también en su cuerpo, lo que permite, a juicio de Gisele apuntar en el tratamiento a la implicación – con su particularidad, tratándose de una presunta psicosis- , no por la vía de las certezas, sino del miedo y la angustia.


Karen Monsalve