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viernes, 21 de octubre de 2011

De los afectos a los efectos de formación

Contratransferencia

Tanto Freud como Lacan trabajaron la noción de contratransferencia. En “El Porvenir de la terapia psicoanalítica ” Freud es taxativo en cuanto a la necesidad del reconocimiento y vencimiento de los sentimientos inconscientes que surgen en el médico bajo el influjo del enfermo. Advierte a su vez que la dirección de la cura estará determinada por sus propios complejos y resistencias vislumbrando un futuro poco alentador a todo aquel que no logre llevar a cabo un autoanálisis.


Lacan siguiendo la línea freudiana le dedica un apartado a esta noción en el Seminario La Transferencia , recordando que todo lo que representa el inconsciente del analista como no analizado ha sido considerado desde el origen mismo del movimiento psicoanalítico, nocivo para su función y operación. En ambos casos se trata de que el analista deje por fuera lo que hace a la subjetividad. En el Seminario 10 Lacan afirma:”…la angustia no parece ser aquello que los asfixia, quiero decir como psicoanalistas (…). Está (…) en la lógica de las cosas, es decir, de la relación que tienen ustedes con su paciente. Sentir la angustia que el sujeto puede soportar los pone en todo momento a prueba. Hay que suponer pues que, al menos para aquellos de entre ustedes que están formados en la técnica, la cosa ha acabado siendo regulada por ustedes mismos” .


Desde otra perspectiva para los analistas alistados en la ego-psychology la contratransferencia resulta el operador de la cura. Desde el lugar del otro del saber absoluto su tarea consiste en decodificar el discurso del analizante; lejos de considerar la fecundidad del malentendido, la comprensión se encuentra lista para servir. Los sentimientos hacia el paciente operan como un saber que le permite definir entre otras cosas la estructura. Se trata aquí de un problema que toca la ética de la práctica misma.


Eric Laurent muestra la dispersión que existe dentro del marco de la IPA en relación a las teorías, en consecuencia la práctica analítica queda despojada de una brújula que la oriente y así el practicante debe echar mano a la contratransferencia para retomar el rumbo. Me gustaría detenerme en esta cuestión brevemente. De una manera simplificada podemos definir la contratransferencia como el conjunto de sensaciones, sentimientos y reacciones que el paciente suscita en el analista. De allí y siguiendo la investigación realizada por Laurent se observa la variedad de significaciones asociadas a la noción de contratransferencia entre las que podemos nombrar: co-pensamiento, insight, empatía, representaciones mentales (cabe recordar que lo mental se asocia para Lacan con lo débil), trabajo de a dos, etc. Con respecto a esta última creo importante señalar que dicho trabajo asimila ambos lugares en la partida analítica o lo que es peor, ubica al analista en $(sujeto dividido) obligando en consecuencia a ocupar el lugar de a al analizante, ya que como sabemos en la sesión analítica no hay más que un sujeto. Al mismo tiempo si tenemos en cuenta que dentro de la serie de los afectos la angustia es el único que no engaña (por ende los demás si lo hacen). ¿Qué autoriza a operar al analista guiado por ellos?

 
Los lacanianos también sienten
Lacan nunca consideró que el analista estuviera exento de experimentar algunos sentimientos hacia su paciente sin embargo no deja de resaltar que no es conforme a ellos que realiza su operación. En este punto el término que viene a prestar auxilio contra los “engaños sentimentales” es el deseo del analista en tanto se trata de un deseo relativo al discurso psicoanalítico mismo y por ende a una ética que le es propia.


Al dejar en suspenso las condiciones de su goce el analista no sólo pone en marcha una técnica sino que vehiculiza por esa vía una ética que implica los principios de su práctica.


Si Lacan remite el deseo del analista a las figuras de la muerte, el desecho, la encarnación de la apatía y la neutralidad benevolente entre otras, es para subrayar que sólo desde dicha posición estará en condiciones de operar convenientemente. Se puede entender convenientemente en el sentido que Lacan da en La Dirección de la cura a la acción psicoanalítica cuando señala que el poder del analista reside en no ejercerlo. La ética que anima su acto implica renunciar al bien universal. Sin embargo no se arriba a dicha renuncia por la vía de una declamación al estilo de un ¡Si renuncio! sino que está íntimamente ligada a su propia formación. En este caso quiero destacar la función de la supervisión, función que Lacan remite a “controlar a un sujeto sobrepasado por su acto” y agrega: “..no es el problema ”


Eric Laurent afirma que el problema es el analista que cree ser el amo de su acto escapando así al deseo del analista. Hacer un buen uso de la supervisión es lo que permite a ese sujeto sobrepasado por su acto rectificar su posición y la orientación de la cura. La supervisión así entendida es lo que impide que la práctica se convierta en una técnica. Podríamos decir: a falta de técnica hay un trabajo sobre el caso desde una posición de docta ignorancia, esa posición de saber que el analista necesariamente tienen que dejar en suspenso.


Karina Perez






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