martes, 16 de febrero de 2016
Poesía y psicoanálisis. Testimonios de la extimidad
Victoria Mora, integrante de APPIL y la Delegación Pilar del IOM2, participó en agosto de 2015 de las Jornadas de Literatura y Psicoanálisis de la Editorial Letra Viva. Comparte el trabajo allí presentado.
Cecilia Collazo
escribe: “(éxtimo) es lo que encontramos entre lo presente y lo ausente, lo
ominoso convive con lo éxtimo. Lo ubicamos en una figura de la topología que es la Banda de Moebius. Podríamos
definirlo como el borde que pertenece a lo íntimo por un lado y a lo exterior
por otro, obedeciendo a ambos espacios a la vez”
La poesía puede
leerse como testimonio de la extimidad, tanto para quién escribe como para
quien lee. Para el poeta allí se une lo más íntimo, el ejercicio de su
escritura, con lo exterior al momento de dar a leer aquello que lo movilizó a
hacer poesía. Para quién lee, las resonancias de su intimidad se verán
reflejadas en lo que otro convirtió en letra impresa, frente a sí verá parte de su intimidad, pero en el exterior.
Desde ya que los efectos de la poesía estarán
tomados por la lógica del uno por uno y eso vale tanto para el lector como para
el poeta. El encuentro podrá producirse o no. Lo cierto es que la buena poesía
es esa que toca algo de la extimidad para muchos lectores.
La
capacidad del poeta de saber hacer con
el vacío generará una experiencia inquietante y a la vez conmovedora en el
lector. Dice Jacques Alain Miller en su curso Extimidad: “Lo éxtimo es lo que está más próximo, lo más interior,
sin dejar de ser exterior (…) El término extimidad se construye sobre
intimidad. No es su contrario porque lo éxtimo es precisamente lo íntimo,
incluso lo más íntimo” Es un logro del poeta que su palabra escrita conmueva lo
más íntimo en nosotros.
El analista
comparte con el poeta ese lugar de extimidad. En términos de un análisis el
analista ocupará ese lugar, allí en el espacio que se instala como el lugar más
intimo para un sujeto en análisis se descubrirá que quién se analiza está
atravesado por algo ajeno que lo habita, empezando por el Otro dentro de sí
mismo. Dice Miller “Éxtimo es, en primer lugar, el Otro del significante éxtimo
al sujeto, aunque más no sea porque la lengua mía, en la que expreso mi
intimidad, es la del Otro”. En el despliegue de su intimidad allí en el espacio
transferencial habilitado por el analista y sostenido en su posición de causa
de deseo, a lo largo de un análisis, el sujeto descubrirá que eso está
fracturado, que allí no hay uno que habla, esa fractura da cuenta de la
extimidad dentro de sí. El sujeto que habla está habitado por un vacío
estructural, la poesía y el psicoanálisis harán lo propio con ese vacío.
Natalia Neo Poblet dice “se escribe desde la extranjeridad, desde el exilio”,
posiciones de lo éxtimo que atraviesan la experiencia de la escritura pero
también la de un análisis.
El analista sin
ser un íntimo tampoco es totalmente exterior se ubica precisamente en la
dimensión de la éxtimo que hará posible un análisis, soportará la pregunta que
le dirigirá el analizante sobre qué lugar tiene en el deseo del Otro, encarnará
lo perturbador, será quién desde su posición y su deseo sostenga la pregunta
por lo éxtimo, así dará un tratamiento posible a lo real del goce que lo habita.
Tal como lo retoma
Cecilia Collazo en su libro La rosa de
cobre, Lacan habla de la poética en un análisis y dice de ella que es la
“creación de un sujeto que asume un nuevo orden de relación simbólica con el
mundo”. Salvando las distancias me pregunto si la poesía no nos enfrenta
también con la creación de un nuevo orden del mundo, o mejor dicho con la
posibilidad de ver ciertos mundos con la mirada poética de quién haya hecho de
la poesía su invención.
El poeta
comparte con el psicoanalista la posibilidad de crear nuevos mundos desde los
que ya habitamos. Más allá de las diferencias de su práctica, la poesía y el
psicoanálisis se hermanan desde muchos aspectos, tal como damos fe en este
encuentro.
La extimidad
como uno de estos rasgos que los unen se encuentra también ligada de manera
inevitable a lo real. Lo unheimlich, lo siniestro, es el paso fundacional del
concepto de extimidad inventado por Lacan. Lo unheimich, tan poéticamente
trabajado en su texto por Freud, es la experiencia de encontrar afuera lo más
íntimo y viceversa, que lo más íntimo esté tomado por la ajenidad. La
experiencia de lo real, el encuentro con lo real, mantiene ese sesgo éxtimo que
despierta al sujeto. Allí es donde lo real toma los rasgos de lo singular.
La poesía en
tanto testimonio de la extimidad bordea lo real para dar cuenta de ello en lo
simbólico. Escribe Pablo Fridman en “Shakespeare, más allá de Shakespeare” en La máquina des-escribir “el escritor se
funde en la letra de su escrito cuando nombra lo real, queda eclipsado en tanto
que enuncia una verdad que toca a cada uno en lo singular de su posición
subjetiva”
Así la extimidad
es el nombre de lo real atravesado por lo simbólico. Dice Collazo “(La poesía) Es
una forma de despertar del letargo metonímico de lo narrativo (…) La poesía es
un fenómeno del cuerpo, es pulsión que pasa a lo real, diría que traspasa a lo
real”. Podríamos reemplazar la palabra poesía por la de psicoanálisis y la
frase aún valdría.
Nicolás Cerruti
y Flor Codagnone plantean en su libro Literatura
∞ Psicoanálisis. El signo de lo irrepetible, libro inaugural de la serie de
la colección Literatura ∞ Psicoanálisis de Editorial Letra Viva que tanto la
literatura como el psicoanálisis son experiencias de escritura y de lectura. En
un análisis también se reescribe una historia, se la narra para otro que lee.
Flor propone entender el análisis como un hecho creativo, propuesta que nos
invita a seguir entrecruzando literatura y psicoanálisis, sin que se anulen,
más bien poniéndonos a pensar como la palabra se juega en ambos, como se
producen resonancias inevitables. En esas resonancias vivimos.
Como cierre y
prueba de lo dicho, una poesía de Cecilia Collazo hablará por sí misma, lo que
puede llevar ríos de tinta de teorizaciones:
Escribo
Escribo
porque la palabra
nunca dice lo
que quiero.
Porque los
términos
no recubren los
destierros,
los vacíos, los
agujeros.
Poética
despiadada
que no nombra
lo que porta,
sólo acontece.
Habla, se
acerca,
sigilosa sin
alcanzar
lo que pretende.
Nombra y al
nombrar
nunca dice
cómo se llama lo
que siente.
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